Salomé
Hace exactamente cien años, el popular compositor austríaco Richard Strauss no tuvo reparo en componer una ópera para esta obra de Oscar Wilde, basada en dicho personaje bíblico. La ópera se estrenó en Dresde sin mayores problemas y sin causar escándalo alguno; aceptación que no tuvo en otras capitales del mundo. La historia atípica y la representación sensual se veía como una muestra de "arte degenerado". Una ópera que a pesar del "libertinaje" de nuestra época, sigue en cierto modo molestando o sorprendiendo nuestra sensibilidad.
El argumento es esencialmente el mismo, aunque añade un final más morboso y teatral: cuando presentan a Salomé la cabeza del profeta en una bandeja de plata, la joven princesa besa con fervor los labios inertes del muerto, como única posesión del amado. Herodes manda ejecutar a Salomé.
Como experiencia musical, Salomé consiste en un pujante encadenamiento de momentos álgidos. La danza de Salomé está considerada como el momento álgido, pero es la escena del beso y la de la brutal ejecución de Salomé donde se resuelve dramática y musicalmente la ópera. Supone una de las visiones más atroces y repugnantes que se hayan visto en la historia de la ópera, pero la música que le acompaña es de una belleza seductora, de sabor dulce y amargo.
Una ópera exótica, poblada de orientales matices de color, y sobre todo rompedora. Aunque su fama es innegable, no es habitual verla en escenarios. Este año, con motivo del centenario, las representaciones serán más numerosas, aunque en un ámbito geográfico bastante limitado. Parece que Alemania no duda de su éxito.
2 comentarios
natalia -
jlori -